La cosecha es el primer paso y el más crucial en la elaboración del vino. Realizamos la cosecha manualmente, lo que nos permite seleccionar cada racimo con sumo cuidado. Este proceso es fundamental para garantizar que las uvas estén en su punto óptimo de madurez, lo que influirá directamente en el sabor, color y estructura del vino. La fecha exacta de la cosecha se determina luego de un monitoreo constante de las condiciones climáticas y el equilibrio de la acidez, los azúcares y los taninos en las uvas.
Una vez que las uvas fueron cosechadas y transportadas a la bodega, se procede a su despalillado. Este proceso consiste en separar los racimos de los tallos para evitar que estos aporten sabores indeseados al vino. A continuación, las uvas son estrujadas suavemente para liberar su jugo.
La fermentación es el proceso biológico en el que las levaduras naturales convierten los azúcares de las uvas en alcohol. Este es el momento en que la uva comienza a transformarse en vino.
Para nuestros vinos tintos, las uvas se fermentan con sus hollejos, lo que les aporta su color característico, taninos y estructura. En cambio, para los vinos blancos, las uvas son prensadas antes de la fermentación para evitar que los hollejos influyan en el color del vino.
La maceración es un proceso donde el jugo de las uvas entra en contacto con sus pieles y semillas. Este contacto es esencial para extraer los taninos, los colores y los sabores que caracterizan a cada vino. Durante la maceración, el vino se mezcla varias veces al día mediante un proceso conocido como remontado, que asegura una correcta extracción. El tiempo de maceración varía según el tipo de vino que se desea elaborar. Cuanto más tiempo pase el vino en contacto con los hollejos, mayor será la concentración de color y taninos. Esto es crucial para dar cuerpo y estructura al vino. Una vez completada la fermentación, es hora de prensar las uvas para separar el jugo de los sólidos .
El proceso de crianza en barrica es fundamental para darle al vino su complejidad, suavizar los taninos y desarrollar una amplia gama de aromas y sabores. Nuestros vinos descansan en barricas de roble francés (y, en algunos casos, también en roble americano), lo que les otorga notas especiadas, ahumadas y tostadas. El tiempo de crianza varía según el estilo de vino, pero nuestros mejores vinos suelen permanecer entre 12 y 18 meses en barrica.
Antes de ser embotellado, el vino pasa por un proceso de clarificación y estabilización para asegurar que esté limpio, brillante y libre de impurezas. Finalmente, después de un largo proceso de transformación, llega el momento de embotellar el vino. Este paso se realiza bajo condiciones controladas para evitar la oxidación y preservar la calidad del vino. Tras ser embotellado, el vino sigue evolucionando, refinando sus sabores y aromas dentro de la botella.